Un descubrimiento de gran envergadura ha conseguido el arqueólogo François Desset, quien logró decodificar el elamita, una lengua hablada hace más de cuatro milenios en la región que hoy en día constituye Irán.
Según publica la revista Sciences et Avenir, el profesional francés que actualmente trabaja en la Universidad de Teherán, ha tardado más de una década en traducir sus signos.
La misteriosa lengua elamita se descubrió en 1901. Apareció en varias cerámicas y otros objetos en las ruinas de la ciudad de Susa, en la parte más meridional de la cordillera de los Zagros, una importante urbe para las culturas mesopotámicas, para los egipcios, para los griegos y para los romanos. Hoy, un campo de ruinas. Según la tradición persa, fue la primera ciudad del mundo, capital del reino de los Elamitas.
El elamita era un lenguaje fonético. Por su antigüedad se sitúa a la altura del protocuneiforme mesopotámico y del jeroglífico egipcio, los más conocidos hasta el momento. Desset asoció varios de sus caracteres con los nombres propios de dos soberanos elemitas y de la diosa local Napirisha. Así ha conseguido establecer correspondencias con los distintos fonemas.
«Gracias a estos trabajos puedo afirmar que la escritura no apareció primero en Mesopotamia exclusivamente, aparecieron dos escrituras en dos regiones diferentes al mismo tiempo», dijo Desset.
El origen de la escritura, situado hasta ahora en la actual Irak, tendrá que convivir con este nuevo descubrimiento, que lo coloca también en Irán: «No se trata de una escritura madre y su hija, como se creía hasta ahora, son dos escrituras hermanas».
A diferencia del cuneiforme mesopotámico, que es fonético (signos que expresan sonidos) y logográmico (signos que expresan conceptos), el elamita está hecho a base de signos que expresan sílabas, consonantes y vocales. Se escribía de derecha a izquierda y de arriba abajo.
El lenguaje elamita se usó durante 1.400 años. Descifrarlo será clave para conocer a fondo el mal denominado reino de Elan. Así lo bautizaron sus vecinos, pero ellos mismos usaban el nombre de Hatamti. Fue un glorioso imperio que existió entre el tercer y el segundo milenio antes de Cristo.
La traducción del elamita puede compararse a la descodificación de los jeroglíficos egipcios que hizo otro arqueólogo francés, Jean Francois Champollion, con la famosa piedra Rosetta en 1822. Otros «grandes traductores de la historia» fueron el padre Bartolomé con el alfabeto fenicio o Henry Creswicke Rawlinson con el idioma acadio.
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